Svetlana Allilúyeva, la mujer que se negó a ser «la hija de Stalin»



JORGE S. CASILLASJorgeSanzCasiMadrid - 08/03/2016 a las 06:09:38h. - Act. a las 16:51:56h.Guardado en: Cultura Libros  FUENTE DE LA NOTICIA: ABC
Svetlana Allilúyeva (1926-2011) la vida le deparó una madre ausente y unpadre dictador. La mujer que la trajo al mundo se suicidó cuando ella tenía seis años y su padre cultivó un carácter poco recomendable. Vivió su juventud en la cárcel dorada del Kremlin, donde tenía de todo menos libertad. Su primer novio fue enviado al gulag y se acostumbró a las citas de tres: cada vez que salía con un chico, un miembro del KGB los acompañaba a todas partes. Su historia es la de una mujer que se negó a ser «la hija de Stalin» de por vida; una historia que ha novelado la escritora Monika Zgustova en «Las rosas de Stalin» (Galaxia Gutenberg).
Todo se terminó de torcer en 1932, cuando la segunda esposa del dictador prefirió pegarse un tiro antes que compartir más tiempo con él. A partir de ahí, el temperamento de Josef Stalin terminó de envenenarse. «Hubo dictadores que eran terribles con los demás, pero luego con su propia familia eran buena gente», explica Monika Zgustova (Praga, 1957). «Pero Stalin no. Stalin era undictador con todos. La excepción fue cuando Svetlana era niña. Ahí sí la trató bien, pero luego, cuando entró en la adolescencia, empezó a castigarla por su manera de vestir; quería que vistiera como una anciana de Georgia, y a su primer novio lo mandó al gulag».

«Gorrioncito»

Los primeros años de Svetlana fueron moderadamente felices: Stalin la decía «gorrioncito» y se mostraba cariñoso. Incluso inventaron un juego por el cual ella mandaba y él obedecía. Eran los momentos en los que el dictadormutaba en padre.
«Pero la actitud de Stalin hacia el mundo cambió después del suicidio de su mujer», prosigue Zgustova. «Se volvió una fiera mucho más sanguinaria que antes. No se volvió a casar y tenía la sensación de que si él sufría todos los demás debían sufrir. Durante algunos años siguió siendo cariñoso con ella, pero poco después, cuando vio que Svetlana no era su niñita y que empezaba a ser una persona independiente, comenzó a castigarla».
Esta bipolaridad afectó mucho a Svetlana, que nunca supo cómo definir a su padre. Huérfana de madre desde muy pronto, las únicas muestras de cariño que recordaba tenían la firma de Stalin. Pero también sabía que su padre era un criminal.

Ejecuciones

«Stalin tenía la costumbre de acudir personalmente a las ejecuciones que él ordenaba», recuerda la autora. «Entonces, los que estaban a punto de ser ejecutados, al ver a Stalin se ponían de rodillas, le pedían clemencia y él se reía a carcajadas. Decía, “Mira el cobarde este”. Le gustaba humillar a la gente, incluso a los miembros de su familia: uno de los hermanos de Svetlana intentó suicidarse, no lo consiguió y Stalin se rio en su cara».
Sin embargo, no fueron las malas formas del dictador, ni sus humillaciones lo que la hicieron salir de la Unión Soviética. Tampoco que la dijese delante de sus subordinados que era fea y que no servía para nada. La gota que colmó el vaso de su paciencia llegó trece años después de la muerte del dictador. Svetlana se enamoró de un intelectual indio e intentó casarse con él, pero aún estaba mal visto mezclarse con extranjeros. Su amado murió al poco tiempo y Svetlana consiguió un permiso para llevar sus cenizas a la India, donde cambió su percepción del mundo: «Quedó encandilada por la luz de aquel país, el sol, los colores, la gente... Era completamente distinto a lo que ella tenía en la Unión Soviética. Estaba rodeada de gente amable, en un pueblo donde podía pasear, dedicarse a estudiar... No le faltaba de nada. ¿Para qué volver?».
De la noche a la mañana decidió no regresar, harta de cargar con la herencia criminal de su padre. Dejó en Moscú a sus dos hijos (la más pequeña con tan solo 17 años) y empezó a buscar su propio camino. Pasó un tiempo en la India, recaló en un monasterio de Suiza y aterrizó en Estados Unidos, donde siguió con la sombra de su padre cosida al zapato. Acostumbrada a la censura y a que sus citas fueran de tres, la libertad de Estados Unidos le fascinó. Mujeres que conducían, que vestían faldas por encima de la rodilla y que podían opinar libremente.
Allí dio conferencias, fue profesora en Princeton y sus críticas al socialismo fueron una sobredosis de moral para los americanos. Por contra, en Rusia la acusaron de ser una desequilibrada, una tesis que se vio alimentada por su particular recorrido: pasó de la clausura del Kremlin a la hospitalidad india para luego encerrarse en un convento suizo y después volar a Estados Unidos. Ella anhelaba la libetad, pero cuando la tenía no sabía cómo gestionarla.
¿Qué imagen quedó de Svetlana en Rusia? «He mirado vídeos en ruso y he leído textos que se han escrito sobre ella y hay toda clase de testimonios -explica Monika Zgustova-. Hay testimonios generalmente posteriores alcomunismo que ya la ven con mejores ojos, pero la imagen que dan es de una mujer algo histérica. Está todo como muy manipulado, y los programas de televisión que han salido sobre ella los han tocado para que parezca más dramático aún. ¡Como si su vida no hubiera sido lo suficientementedramática

Una vida azarosa

Una madre doliente. Nadezhda Allilúyeva fue la segunda esposa de Stalin. Harrta de su vida junto al dictador se suicidó con una pistola que le regaló un pariente cercano que acabó en el gulag y murió poco después.
Infancia compleja. Cuando su madre se quita la vida Svetlana tiene apenas seis años. Stalin se muestra cariñosa con ella hasta que llega la adolescencia. A partir de ahí empezó a castigarla.
Juventud bajo lupa. Svetlana se vio sometida a un intenso seguimiento por parte del Kremlin. Siempre que salía iba acompañada de un miembro de la KGB y su primer novio fue enviado al gulag.
Padre malhumorado. Stalin humillaba a sus víctimas pero también a los miembros de su propia familia. Delante de algunos subordinados llegó a decir a su hija que era fea y que no servía para nada.
Hermanos muy distintos. Stalin tuvo otros dos hijos. Yákov es fruto del primer matrimonio del dictador y murió en un campo de concentración alemán. Vasili es hijo de su segundo matrimonio y era alcohólico.
Svetlana, por libre. Svetlana fue la hija pequeña del dictador y asumió el apellido materno en cuanto tuvo ocasión. Más tarde, en Estados Unidos se volvió a casar y adquirió otro nombre: Lana Peters.

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